Encuentros II por Adriana Cantoral En “Encuentros II” Cristina Arnedo nos evoca el tono de la piel conformado por el polvo primigenio divino, en este caso, marmolina clara entre mezclada con veladuras de óleo. La artista posee la paciencia de ir haciendo las capas dérmicas, destacando varias heridas juntas. Las distintas cicatrices se superponen unas encima de otras y cruzan sus bordes. La piel es testimonio de las vivencias emocionales y pasionales. La pintora nos muestra diversas marcas; azules que alguna vez representaron tristeza, magentas que implicaron alegría, verdes que simbolizaron esperanza y amarillos que depuran la vida. Es inevitable no albergar señales en el cuerpo. Observar la piel y reconocer las cicatrices, así como sus colores y formas, implica un modo de autoconocimiento, pues éstas conllevan un vasto significado a través del tiempo. Las heridas pueden permanecer en la superficie, pero su profundidad dependerá de cada persona y de su manera de percibir y asimilar los sentimientos. Cristina Arnedo devela el poder de los rastros de la piel, los cuales suelen esconderse por no ser estéticos, sin embargo, ellos pintan en el ser la belleza y la plenitud de sentir intensamente la vida. Las heridas que plasma la creadora no están cauterizadas, están vivas y son sensibles al encuentro con uno mismo. Adriana Cantoral Encuentros por Lilianne Hoth El gran telar que conforma nuestra vida va entretejiéndose por encuentros y desencuentros: tramas que se cruzan y vidas compartidas. Personas que llegan y pasan de largo, como ríos siguiendo su cauce simplemente y sin dejar huella; otras que se quedan por poco tiempo o por mucho, son más como caminos compartidos, de alegrías, de sueños. Y hay quienes crean la urdimbre de nuestra vida: personas que nos marcan, que nos dejan un profundo registro de su presencia en el alma; personas con quienes quizá sólo compartimos un breve instante y que siguen su camino lejos de nosotros, y aun así permanecen para siempre en nuestro corazón. Lilianne Hoth |